La gestión de equipos de trabajo en un contexto de cambios cada vez más vertiginosos, como el actual, resulta un desafío para cualquier líder. No se trata solamente de asignar tareas y monitorear su cumplimiento, ejes de una gestión más tradicional de las personas, sino de lograr sentirnos parte de algo que, a la vez que atraviesa nuestra vida laboral, es un norte que muchas veces nos excede como individuos, pero es justamente eso lo que nos hace parte de algo más grande y ambicioso.
Contar con personas comprometidas con el propósito de la empresa y sus objetivos de negocio no sucede mágicamente, es un proceso que requiere de una gestión estratégica, a la vez que cotidiana, en donde los diferentes líderes juegan un rol primordial.
Tanto si trabajamos de forma híbrida, remota, o presencial, quienes estamos al frente de algún área de la compañía compartimos un mismo reto: convertir a un grupo de personas en un equipo de alto rendimiento. Para poder lograr este objetivo, se hace cada vez más necesario poder poner el foco en las personas: saber qué las motiva y donde se cruza el propósito personal de cada una con la función que desarrolla en la empresa nos permitirá descubrir de qué manera generaremos más valor agregado, tanto individualmente como en conjunto.
La llave en todos los casos es el trabajo colaborativo: no sólo hacia dentro de cada área, sino transversalmente, involucrando a toda la compañía en las definiciones de su quehacer cotidiano, siendo parte, eligiendo, experimentando y creciendo juntos.
El trabajo remoto forzado por la pandemia puso en evidencia lo que ya muchos sabíamos: ciertas formas de funcionamiento no nos permiten avanzar de manera eficiente para concretar nuestros objetivos más ambiciosos. Se ha escrito mucho sobre cómo las diferentes plataformas digitales facilitan u obstruyen el trabajo colaborativo y cada empresa elegirá la que más se adapte a sus necesidades de negocio. Más allá del soporte en donde definamos trabajar colaborativamente, es fundamental poder capitalizar todo el aprendizaje que hemos tenido como líderes estos últimos años para poder llevar a nuestros equipos un paso más adelante.
El esquema híbrido nos invita a confiar en la capacidad de nuestros equipos y nos empuja a ser mejores, administrando roles no sólo de forma eficiente sino también empática, para lograr un compromiso genuino con el propósito y los objetivos de la empresa.
Necesitamos dejar atrás las viejas formas de gestión, conocernos más, ser transparentes y poder comunicarnos fluidamente en todas las direcciones que sea posible para que, con información confiable, nuestros equipos puedan entregar los mejores resultados. Se trata cada vez más de ser facilitadores de un entorno de aprendizaje y construcción de sentidos de forma conjunta para que así todos podamos dar lo mejor de nosotros mismos, favoreciendo el logro de los objetivos de la compañía y desarrollándonos como personas y profesionales.
En resumen, serán la confianza, la comunicación clara y un interés genuino en el crecimiento mutuo lo que acerque a los miembros de un equipo y los anime a trabajar juntos para alcanzar las metas que los unen.